domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuento "Los Desposorios de José y Azeneth"



Por mandato de faraón, Azeneth hija del sacerdote Poti Fera, será desposada por José, quien es ahora la persona más importante en todo Egipto, solamente superado por faraón.
Poti Fera, parte inmediatamente al lugar donde se encuentra su hija para darle la noticia. Al salir con tal prisa llega a su casa casi sin aliento.
-¡Hija mía!, ¿dónde te encuentras?-.
Tomó un suspiro y dijo:
– ¡Traigo noticias muy importantes!-.
Al no hallar respuesta, Poti Fera se dirigió entonces a donde se encontraba la habitación de su hija.
-¡Ajá, ahí estas hija mía!-.
Azeneth respondió:
-Padre oí que me llamaste, ¿sucede algo?-.
-¡Faraón ha ordenado que serás la esposa de José!-.
Dijo Poti Fera, a lo que Azeneth replicó:
-¿José? ¿Quién es José?-.
Su padre le explicó a Azeneth lo ocurrido, lo importante del nuevo rol que ocupará José como primer ministro de Egipto y el mandato de faraón.
Mientras esto ocurría, José se dirigía a la casa donde habita la que será su nueva esposa con medio Egipto persiguiéndole, este séquito le llenaba de alabanzas y gritaban:
-¡Salve José!, ¡salve el primer ministro de Egipto!-.
José les saludaba agradeciéndoles la compañía, ya que, después de haber vivido los tragos amargos, hoy todo era distinto; ya no era más un esclavo, ni un preso, sino la persona más importante para el faraón y el segundo más importante de todo Egipto. Durante el trayecto José pensaba en lo que había vivido y en cómo reaccionarían su padre y hermanos, al verlo en su nueva posición.
En casa de Poti Fera todo estaba listo para la llegada de José, Azeneth ya había sido cubierta de los más finos vestidos y mantos de la casa, un vestido color azul tan brillante como el cielo despejado al medio día, con adornos dorados que parecían cometas al surcar por el azul del vestido, y cubierta por un manto rojo como el sol de la tarde, que cuando era resaltado por la luz, parecía un naranja como el del sol del atardecer. También tenía sus ropas llenas de dijes y collares de oro fino, que brillaban como nunca, además de rociarse con fragancias y perfumes que habían sido usados pocas veces. Al oír el tumulto a lo lejos Poti Fera decidió mandar preparar el más grande festín que jamás había realizado, todo era júbilo ese día y pocos olvidarán lo que atestiguaron, llegó José por fin, ya le esperaban padre e hija para que se conocieran los esposos, Poti Fera no permitió el paso de nadie que no fuese José, éste último saludó a Poti Fera –Salve Poti Fera, tú ya sabes a que he venido-.
A lo que le respondió:
–José, sé muy bien a lo que has venido, lo sé tan bien como lo sabe la demás gente de ahí afuera- José en un tono muy respetuoso preguntó:
 – ¿Entonces estás de acuerdo? –.
Pocos estarían en desacuerdo, ya que la orden viene de faraón, así que Poti Fera respondió:
-Si no lo estuviese ya habría huido de Egipto con mi hija para protegernos del mandato de faraón, sí, apruebo–.
José le explicó que él jamás habría de obligar a nadie a hacer algo contra su voluntad, ya que sabía de primera mano, lo que era ser un esclavo y un preso. Entonces Poti Fera se llenó de gusto ya que vio la calidad de persona con quien su hija compartiría el resto de su vida.
-Eres un buen hombre, pocos como tú, con un pasado así y dispuestos a tomarle en cuenta, cualquier otro habría de hacerse el orate o alegaría demencia para no mencionar un pasado como el tuyo-.
Poti Fera decidió que no se hablara más, ese mismo día se habrían de conocer y desposarse. Mandó llamar a su hija y permitió el ingreso de la gente, José estaba siendo preparado por la servidumbre de Poti Fera, le vistieron con un manto azul como el mediterráneo en sus aguas lejanas cubierto de joyas y metales preciosos, una túnica naranja de manera similar a como se encontraba Azeneth, quien por cierto, había escuchado a lo lejos las historias de José cuando platicaba con su padre.
-Tendré un buen esposo- pensó, jamás se imaginó que habría de casarse con alguien así de leal, además, de tener el don de la profecía.
Finalmente cuando todo estaba listo Azeneth fue presentada a José por Poti Fera quien no fue la excepción en su arreglo personal, se puso las túnicas más finas que tenía, eran tan verdes como el jade, cubiertas por un manto dorado que asemejaba el sol de la mañana asomándose por lo verde de las praderas. Este, llevó a José al encuentro con Azeneth, por fin se vieron, José decidió darle la mano a Azeneth a manera de saludo, esta le regresó de igual manera el saludo ante las miradas de todos los presentes. Ahí mismo se realizó la boda, fue una gran fiesta a la cual ni el mismo faraón faltó. Una vez concluida la fiesta y la ceremonia; la pareja se dirigió a la que sería la nueva casa del primer ministro y su señora esposa, esta casa fue designada por el faraón dentro del palacio para así poder recurrir al primer ministro cuando se lo necesitara (en especial para traducirle sus sueños). Los esposos llegaron entonces a su nuevo hogar, se dirigieron de inmediato a sus habitaciones, se despojaron de sus vestimentas de fiesta arrojándose a la cama cada quien por su lado; Azeneth besó cariñosamente a su esposo, volteó para apagar la vela y al retornar la mirada hacia José, este se encontraba profundamente dormido, Azeneth inmediatamente se dio vuelta y en su enojo comenzó a recordar la historia de su marido, en ese instante comprendió que su cansancio era legítimo, ya que, hace tan solo algunas horas era prisionero (y no de sus encantos). Azeneth terminaba de recordar al fin, cuando el sueño comenzó a vencerla, al final ya sólo pensaba en el futuro que les aguardaría de ese día en adelante. FIN

2 comentarios:

  1. Excelente historia, parece que el final está incompleto. Tienes 9 por faltas de ortografía y porque olvidaste poner la fuente en la biografía de Cristóbal de Villalpando. Lourdes Chávez

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