martes, 13 de septiembre de 2011

¿Cómo me visualizo en 5,10,15 años?

5 años
Escolarmente me veo a punto de obtener el título (si no es que ya estoy graduado), habiendo elegido en base a mi rendimiento el área de especialidad, donde me sea más fácil, me interese o me pueda aplicar, cualquiera de las tres, o a partir de 2, me servirían para poder elegir una especialización. De cualquier manera me veo estudiando y si se puede, trabajando, para poder obtener experiencia además de pagar las certificaciones, que son tan importantes hoy en día; ese es el plan mayormente y solamente recibirá modificaciones si estas son requeridas.

10 años
Me veo ya definitivamente graduado y con algún posgrado, si se puede también el doctorado, o en su defecto me veo trabajando en alguna empresa o tambien trabajando dentro de la misma universidad.

15 años
Probablemente busque ingresar a dar clases en alguna universidad y tal vez empiece a buscar pareja.
Hay que tener un plan en esta vida porque no nos podemos aventar sin ver, además, este tiene que ser flexible, ya que, la base de la supervivencia es la adaptación.
Fallar en la planeación, es planear para fallar.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuento "Los Desposorios de José y Azeneth"



Por mandato de faraón, Azeneth hija del sacerdote Poti Fera, será desposada por José, quien es ahora la persona más importante en todo Egipto, solamente superado por faraón.
Poti Fera, parte inmediatamente al lugar donde se encuentra su hija para darle la noticia. Al salir con tal prisa llega a su casa casi sin aliento.
-¡Hija mía!, ¿dónde te encuentras?-.
Tomó un suspiro y dijo:
– ¡Traigo noticias muy importantes!-.
Al no hallar respuesta, Poti Fera se dirigió entonces a donde se encontraba la habitación de su hija.
-¡Ajá, ahí estas hija mía!-.
Azeneth respondió:
-Padre oí que me llamaste, ¿sucede algo?-.
-¡Faraón ha ordenado que serás la esposa de José!-.
Dijo Poti Fera, a lo que Azeneth replicó:
-¿José? ¿Quién es José?-.
Su padre le explicó a Azeneth lo ocurrido, lo importante del nuevo rol que ocupará José como primer ministro de Egipto y el mandato de faraón.
Mientras esto ocurría, José se dirigía a la casa donde habita la que será su nueva esposa con medio Egipto persiguiéndole, este séquito le llenaba de alabanzas y gritaban:
-¡Salve José!, ¡salve el primer ministro de Egipto!-.
José les saludaba agradeciéndoles la compañía, ya que, después de haber vivido los tragos amargos, hoy todo era distinto; ya no era más un esclavo, ni un preso, sino la persona más importante para el faraón y el segundo más importante de todo Egipto. Durante el trayecto José pensaba en lo que había vivido y en cómo reaccionarían su padre y hermanos, al verlo en su nueva posición.
En casa de Poti Fera todo estaba listo para la llegada de José, Azeneth ya había sido cubierta de los más finos vestidos y mantos de la casa, un vestido color azul tan brillante como el cielo despejado al medio día, con adornos dorados que parecían cometas al surcar por el azul del vestido, y cubierta por un manto rojo como el sol de la tarde, que cuando era resaltado por la luz, parecía un naranja como el del sol del atardecer. También tenía sus ropas llenas de dijes y collares de oro fino, que brillaban como nunca, además de rociarse con fragancias y perfumes que habían sido usados pocas veces. Al oír el tumulto a lo lejos Poti Fera decidió mandar preparar el más grande festín que jamás había realizado, todo era júbilo ese día y pocos olvidarán lo que atestiguaron, llegó José por fin, ya le esperaban padre e hija para que se conocieran los esposos, Poti Fera no permitió el paso de nadie que no fuese José, éste último saludó a Poti Fera –Salve Poti Fera, tú ya sabes a que he venido-.
A lo que le respondió:
–José, sé muy bien a lo que has venido, lo sé tan bien como lo sabe la demás gente de ahí afuera- José en un tono muy respetuoso preguntó:
 – ¿Entonces estás de acuerdo? –.
Pocos estarían en desacuerdo, ya que la orden viene de faraón, así que Poti Fera respondió:
-Si no lo estuviese ya habría huido de Egipto con mi hija para protegernos del mandato de faraón, sí, apruebo–.
José le explicó que él jamás habría de obligar a nadie a hacer algo contra su voluntad, ya que sabía de primera mano, lo que era ser un esclavo y un preso. Entonces Poti Fera se llenó de gusto ya que vio la calidad de persona con quien su hija compartiría el resto de su vida.
-Eres un buen hombre, pocos como tú, con un pasado así y dispuestos a tomarle en cuenta, cualquier otro habría de hacerse el orate o alegaría demencia para no mencionar un pasado como el tuyo-.
Poti Fera decidió que no se hablara más, ese mismo día se habrían de conocer y desposarse. Mandó llamar a su hija y permitió el ingreso de la gente, José estaba siendo preparado por la servidumbre de Poti Fera, le vistieron con un manto azul como el mediterráneo en sus aguas lejanas cubierto de joyas y metales preciosos, una túnica naranja de manera similar a como se encontraba Azeneth, quien por cierto, había escuchado a lo lejos las historias de José cuando platicaba con su padre.
-Tendré un buen esposo- pensó, jamás se imaginó que habría de casarse con alguien así de leal, además, de tener el don de la profecía.
Finalmente cuando todo estaba listo Azeneth fue presentada a José por Poti Fera quien no fue la excepción en su arreglo personal, se puso las túnicas más finas que tenía, eran tan verdes como el jade, cubiertas por un manto dorado que asemejaba el sol de la mañana asomándose por lo verde de las praderas. Este, llevó a José al encuentro con Azeneth, por fin se vieron, José decidió darle la mano a Azeneth a manera de saludo, esta le regresó de igual manera el saludo ante las miradas de todos los presentes. Ahí mismo se realizó la boda, fue una gran fiesta a la cual ni el mismo faraón faltó. Una vez concluida la fiesta y la ceremonia; la pareja se dirigió a la que sería la nueva casa del primer ministro y su señora esposa, esta casa fue designada por el faraón dentro del palacio para así poder recurrir al primer ministro cuando se lo necesitara (en especial para traducirle sus sueños). Los esposos llegaron entonces a su nuevo hogar, se dirigieron de inmediato a sus habitaciones, se despojaron de sus vestimentas de fiesta arrojándose a la cama cada quien por su lado; Azeneth besó cariñosamente a su esposo, volteó para apagar la vela y al retornar la mirada hacia José, este se encontraba profundamente dormido, Azeneth inmediatamente se dio vuelta y en su enojo comenzó a recordar la historia de su marido, en ese instante comprendió que su cansancio era legítimo, ya que, hace tan solo algunas horas era prisionero (y no de sus encantos). Azeneth terminaba de recordar al fin, cuando el sueño comenzó a vencerla, al final ya sólo pensaba en el futuro que les aguardaría de ese día en adelante. FIN

Pinacoteca de la Profesa

Cristóbal de Villalpando.
(1649-1714)
Aunque no se tiene la certeza, se puede decir que nace en la Nueva España en el año de 1649. Poco se conoce de su infancia y adolescencia, uno de los primeros datos conocidos la fecha de su boda en el año de 1669 (donde se hace un cálculo de su fecha de nacimiento de acuerdo a la edad que podría tener al momento). Se casa con María de Mendoza con quien tuvo cuatro hijos.
Los primeros trabajos localizados de Villalpando se remontan al año de 1675 en el retablo mayor del convento franciscano de San Martín de Tours de Huaquechula donde se encuentran 17 pinturas suyas; sin embargo no debe tomarse esa fecha como el inicio de su trayectoria artística.
Villalpando fue uno de los más destacados pintores de la ciudad de México durante los últimos años del siglo XVII, prueba de ello es el ciclo de pinturas triunfalistas que le fueron encargadas por el cabildo de la Catedral de México, para decorar los muros de la sacristía de dicho templo. Los lienzos que ejecutó para esa ocasión fueron El triunfo de la Iglesia católica, El triunfo de san Pedro, El triunfo de san Miguel (conocido como La mujer del Apocalipsis) y La aparición de san Miguel en el Monte Gárgano. Lamentablemente y a causa quizá de fallas tectónicas en las bóvedas del edificio, Villalpando no pudo concluir el ciclo de seis lienzos, mismos que completó Juan Correa, pintor de origen mulato y contemporáneo suyo, quien asimismo gozó de prestigio como pintor; a él se deben los lienzos La entrada triunfal de Cristo a Jerusalén y La ascensión de María.
Muchos autores encuentran en su estilo, influencias de los pintores españoles de la época, así como la del círculo artístico que le rodeaba en la capital de la Nueva España y sin embargo aún conservó y desarrolló un estilo propio.
Llegó a la vejez siendo un personaje renombrado y aún realizó algunos encargos en la última década de su vida. Se reconoce la influencia estilista en generaciones posteriores. Es considerado uno de los últimos autores de la pintura barroca hispana, posterior a su muerte y a lo largo de todo el s. XVII, toda la plástica novohispana tomaría un camino distinto.